Una nueva luz

No deja de ser paradójico que durante una tormenta eléctrica nos quedemos, precisamente, sin electricidad. Cuando esto ocurre de noche, el cielo queda recortado en un gris metálico precioso, pero insuficiente para iluminarnos. Entonces parece que la vida se interrumpe y los hogares quedan mudos y completamente a oscuras. En ese instante, cada uno podría seguir con lo suyo si los móviles y los portátiles tuviesen suficiente batería, pero en lugar de eso nos buscamos, nos reagrupamos. La familia a la que pertenezcamos se reunirá en una sola habitación formando un núcleo, centro en el que se prenderán velas para hablar en apretados círculos mientras esperaremos a que regrese la luz y reanudar así nuestras pequeñas rutinas nocturnas.

En ocasiones se producen apagones de una naturaleza bien distinta, interrupciones que surgen por fenómenos que nada tienen que ver con el cielo y que no siempre se pueden controlar. Son apagones que se pueden dar en la  empresa, en la vida laboral, que dejan a quienes  la sufren en penumbras durante un tiempo que no es posible controlar. De ocurrir esto, y después de la sorpresa inicial, a mi entender se podrían cometer dos errores.

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En solitario, es inalcanzable |Foto: Daniel García Bordas.

El primero sería esperar a que la luz regresase por sí sola, porque no lo hará.  El segundo error que se cometería sería funcionar de manera distinta al ejemplo anterior.  En la actuación ideal, cada uno de los afectados debería abandonar su portátil, aquel rincón que a oscuras seguiría pareciendo una zona de seguridad, para reagruparse. Porque el éxito de la búsqueda de la nueva luz estará ahí, en conseguir como grupo que esa situación cambie para que todo vuelva a un estado similar al anterior al apagón. No será fácil, pero se puede lograr si llegado el caso se actúa como un elemento vital. Como un núcleo.